Saciar con palabras el hambre de piel

¿Cuándo ha sido la última vez que has compartido tus sentimientos con alguien importante para ti?
¿Recuerdas la última vez que le has dicho a alguien cuanto la valoras y cuanto la quieres? un hijo, un padre, un amigo…

Existen muchos estudios científicos que demuestran la importancia del contacto físico y los numerosos beneficios de las caricias y los abrazos para nuestro bienestar emocional. Algo que todos estamos pudiendo comprobar en la situación actual, donde el confinamiento en casa y el distanciamiento social han sido y siguen siendo las principales armas para hacer frente a la pandemia del Coronavirus.

Los abrazos han sido substituidos por un leve roce entre codos y los besos por la búsqueda de una mirada amiga en rostros ocultos tras mascarillas. Los niños no pueden jugar con sus amigos, las relaciones laborales se vuelven  más distantes y las vídeolladamas y los mensajes de whatsApp sustituyen a los cafés y las cervezas con los amigos.

La necesidad manda, nada que objetar, pero son momentos como los actuales en los que la comunicación interpersonal personal adquiere si cabe mayor valor, pues es a través de las palabras que debemos saciar nuestra hambre de piel.

Sin embargo ni todas las palabras significan lo mismo ni todas las conversaciones nos satisfacen igual, por ello en estos momentos debemos ser  más cuidadosos en la forma y el modo en que nos expresamos y en nuestra manera de relacionarnos.

5 niveles de comunicación

Unas de las metáforas más recurrentes en crecimiento personal es la del Iceberg, en la que la parte del hielo que emerge sobre el agua equivale a lo consciente , lo que mostramos, lo que apreciamos,  mientras que la parte sumergida representa lo íntimo, lo profundo, nuestra parte más interna y, seguramente también la más genuina y auténtica.

Esta metáfora es igualmente de válida para entender los 5 niveles de comunicación.

El nivel 1, es el más superficial, en el que no hay ni se busca ningún tipo de compromiso. Hablar del tiempo, es quizás el ejemplo más frecuente de este nivel de comunicación.

El nivel 2 también está dentro del ámbito de la comunicación superficial. En este caso, la atención se sitúa sobre terceras personas. Hablar de la vida de famosos o de otras personas que no están presentes formarían parte de este nivel de comunicación.

El nivel 3 es intermedio. Cuando hablamos de nosotros mismos, cuando hablamos de lo que nos gusta, de nuestras aficiones o nuestras preferencias, nos situamos en este tercer nivel. Todavía forma parte del ámbito superfluo (la parte del iceberg que emerge del agua), sin embargo las conversaciones del nivel 3 nos nuestra más accesibles a los demás.

Los niveles 4 y 5 son los más profundos  y se dan cuando hablamos de cómo nos sentimos con nosotros mismos (nivel 4) o de cómo nos sentimos respecto a la persona con quien se habla (nivel 5)

En los momentos en que el contacto físico no es posible o es muy limitado, cuando no podemos expresar con gestos el aprecio hacia la otra persona, las conversaciones de 4º y 5º nivel se vuelven todavía más necesarias.

Avanzar paso a paso

De la misma manera que un buzo no puede sumergirse a gran profundidad de golpe, pasar de un nivel a otro requiere un avance gradual, y aunque las conversaciones de 4º y 5º nivel no se producen a diario, es muy recomendable propiciarlas con cierta regularidad con las personas que son realmente importantes para nosotros.

Verbalizar a alguien lo mucho que nos importa o reconocer cuanto nos gusta o valoramos algún aspecto de su forma de ser  hará que nos sientan más cerca y reforzará la relación.

Recuerda que:

La forma en que nos comunicamos con otros determina la calidad de nuestras vidas.-Anthony Robbins.

El poder de la gratitud

Se cuenta la historia de un campesino que cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, decidió pedirle el favor que le hiciera el aviso de venta. El poeta accedió gustosamente.

El cartel decía:
“Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto”.

El poeta tuvo que marcharse por un tiempo y a su regreso decidió  visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquel hombre de le había hecho el encargo ya se habría mudado. Su sorpresa fue mayor al ver al campesino trabajando las mismas tierras.

El poeta pregunto: – Amigo, ¿no se iba de la finca? –
El campesino respondió con una sonrisa: – No , mi querido vecino, después de leer el cartel que me hizo, comprendí que tenía el mejor lugar posible para vivir –

Tener sueños, ilusiones, objetivos y expectativas no sólo no es negativo sino que puede ser una fuente de motivación y coraje en nuestro día a día. El problema empieza a surgir cuando focalizamos completamente nuestra atención en eso que no tenemos y que deseamos alcanzar en el futuro y perdemos de vista todo cuanto ya tenemos en el presente.

Una de las primeras cosas que nos enseñan de pequeños es a dar las gracias y cuando somos padres, en más de una ocasión preguntamos a nuestros hijos ¿qué se dice?, cuando se les olvida agradecer al recibir algo. Sin embargo, el verdadero valor de la gratitud va mucho más allá de una mera cuestión de educación o formalismo social, pues está demostrado que sentir gratitud sincera es una fuente de bienestar tanto para quien la da, como para quien la recibe, de ahí la importancia de saber  sentirla, pero también de saber expresarla.

¿Qué es la gratitud?
La gratitud es una emoción, pero a diferencia de otras como el miedo, la alegría, la tristeza o la rabia,  no es una emoción básica, ni se produce de forma instintiva, sino que requiere de unos procesos más complejos de la mente, en los que intervienen el sentimiento de amor y unos valores personales que prioricen la cooperación a la competitividad y en los que se renuncie a una  visión egocéntrica de la vida.

¿En qué nos beneficia sentir gratitud?
Experimentar gratitud no sólo es beneficioso para mejorar nuestras relaciones personales, también tiene un efecto directo sobre nuestra salud.

Cuando estamos agradecidos, estamos más contentos, sonreímos más y, por lo general, somos más amables. Sin duda, todos ellos elementos que contribuyen a que los demás valoren mejor nuestra compañía.

Además,  cuando estamos agradecidos, tenemos mayor tendencia a hacer buenas acciones que, por simple que parezcan, pueden despertar el sentimiento de gratitud en otras personas, contribuyendo así a generar una espiral positiva de bienestar tanto en nosotros como en nuestro entorno . (¿conoces la película Cadena de Favores?” de algún modo se inspira en este concepto. Si aun no la has visto puedes ver el trailer apretando aquí.)

Así mismo, la gratitud, como el resto de emociones positivas, contribuye a reducir el estrés y  la ansiedad, dos elementos altamente dañinos para nuestro sistema cardiovascular.

También mejora nuestra concentración y nuestra efectividad, pues ser conscientes de las cosas buenas que nos ocurren  mejora nuestro estado de ánimo y todos sabemos que con un estado anímico positivo, estamos más abiertos y receptivos y, en consecuencia, optimizamos nuestra capacidad de aprender, de innovar y de tomar decisiones.

¿Cómo podemos cultivar nuestra gratitud?
Para desarrollar en nosotros el hábito de agradecer de forma sentida y sincera, lo primero a tener en cuenta es que  para sentirnos agradecidos no siempre tenemos que esperar que nos llegue algo de fuera. Al igual que le sucedió al campesino de la historia, darse cuenta de todo cuanto ya tenemos, es motivo suficiente para sentir gratitud.

Es justamente este segundo tipo de agradecimiento, el que nace de nosotros mismos al tomar conciencia de todo lo bueno que tenemos en la Vida, el que te propongo desarrollar.  Para ello comparto contigo algunas herramientas que te pueden ser de utilidad:

1.- Ve más despacio y toma conciencia de lo que te rodea. El ritmo frenético del día a día hace que en muchas ocasiones perdamos de vista  personas y cosas que ya están ahí. No esperes a perderlas para darte cuenta de lo importante que son para ti.

2.- Empieza por agradecerte a ti mismo. Si eres de los que en alguna ocasión te quejas por los quilos de más, de lo poco que te gusta tu nariz, tu boca o alguna otra parte de tu imagen, o de la poca destreza que tienes  para hacer algo concreto,  te invito a que desde este mismo instante dejes de hacerlo y empieces a agradecerte todo aquello que sí puedes hacer: caminar, peinarte, asearte, incluso leer este texto sin necesidad de que nadie lo haga por ti.

La gratitud está relacionada con el amor y difícilmente podrás dar amor a los demás si no eres capaz de dártelo a ti mismo.

3.- Da las gracias todos los días: Recién levantado o justo antes de irte a dormir son buenos momentos para hacer un repaso del día y dar las gracias por él. Seguro que encuentras al menos un motivo para agradecer. Si lo haces de forma sincera, notarás como en apenas unos minutos cambia radicalmente tu estado anímico.

4.- Los problemas también son oportunidades para agradecer. Gracias a las situaciones difíciles aprendemos de la experiencia, además son oportunidades para mejorar nuestras competencias y habilidades. Si piensas de esta manera el problema seguirá siento el mismo, pero tu actitud hacía él será distinta y eso te ayudará a superarlo más fácilmente.

5.- Pon a prueba tu barómetro de gratitud. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste agradecido de forma sincera y lo expresaste?. Si estar agradecido es muy positivo, aun es mucho mejor compartirlo con esa persona que ha contribuido a que te sientas así de bien.
De la misma manera que no nos cuesta decir aquello que nos disgusta o nos molesta, también debemos encontrar la manera de decirle a alguien lo mucho que nos gusta una determinada cosa.

No basta con querer a alguien, también hay que demostrarlo y
dar las gracias es una buena manera de hacerlo.

 6.- Tú eres un espejo. Tus acciones dicen más de ti que mil palabras y esto es aun más evidente en el caso de tener niños cerca. Si quieres que tus hijos sepan valorar todas las oportunidades que tienen y las cosas buenas que la vida les ofrece, el mejor modo de enseñarles es con el propio ejemplo.

Ten presente que tener una vida feliz no significa tener una vida perfecta, sino disfrutar al máximo de ella, con todas sus imperfecciones.

¿Conoces tus competencias emocionales?

imagen emoticones

Rabia, ira, alegría, satisfacción, miedo, sorpresa, vergüenza, tristeza…las emociones forman parte de nuestro día a día y condicionan nuestro comportamiento con los hijos, con la pareja, en el trabajo, con los amigos…

Cuando escuchamos música, cuando decidimos comprar un producto y no otro, cuando estamos haciendo cola, cuando conducimos… incluso cuando leemos un WhatsApp estamos en contacto directo con las emociones.

Ante ellas podemos optar por negarlas (lo que no significa que desaparezcan), podemos dejarnos llevar por ellas (renunciando así a nuestra voluntad), o podemos intentar gestionarlas de la mejor manera posible para mejorar nuestro bienestar. Cuando optamos por esta última opción utilizamos la Inteligencia Emocional, es decir, hacemos un uso inteligente de las emociones, utilizándolas como guías del comportamiento y del pensamiento para ayudarnos a mejorar nuestros resultados.

Pero de la misma manera que una persona no llega a ser un buen músico sin practicar y por el solo hecho de tener “buena oreja”, la Inteligencia Emocional también requiere de una puesta en práctica de las competencias emocionales.

TE INVITO…

Te invito a que leas estas 10 competencias emocionales e identifiques cuales de ellas tienes incorporadas en tu día a día y cuales crees que necesitas desarrollar.

  • Conciencia emocional: soy capaz de percibir e identificar con precisión mis propios sentimientos y emociones.
  • Regulación y expresión emocional: soy capaz de expresar las emociones acorde con el momento y las circunstancias. Puedo regular la impulsividad y  la ira y tolerar la frustración para prevenir sentirme mal.
  • Autoestima: Me satisface lo que pienso de mi, como me siento con esos pensamientos y como aplico todo ello en mi vida.
  • Automotivación: Me implico emocionalmente en las actividades de mi vida y sé darle un sentido a todo lo que hago.
  • Resiliencia: Por muchas veces que me caiga soy capaz de levantarme.
  • Asertividad: Soy capaz de decir “sí” cuando quiero decir “sí” y decir “no” cuando quiero decir “no”, respetando las ideas y los sentimiento de los demás.
  • Empatía: Puedo percibir las emociones y los sentimientos de los demás. Sé ponerme en el lugar de los otros.
  • Gestión de conflictos: Apuesto por la solución pacífica de los problemas a través del diálogo, la negociación y la mediación.
  • Responsabilidad: Tomo mis propias decisiones con autonomía y libertad.
  • Bienestar emocional: Con frecuencia me regalo momentos para mi y encuentro ocasiones para hacer aquellas cosas que me gustan.

Sea cual sea tu resultado, ENHORABUENA!! Porque tomar conciencia de uno mismo es el primer paso para alcanzar cualquier cambio.