Efecto Pigmalión y Efecto Galatea: el poder de las palabras

pigmalion y galatea

Si eres de los que dicen “eso ya lo sabía yo”, “lo veía venir” o “te lo dije” cuando algo sucede, este post te interesa pues, quizás, sin saberlo estés bajo el  efecto Pigmalión o el efecto Galatea.

Todos conocemos el cuento de Pinocho, la historia de una marioneta de madera que cobra vida gracias al fuerte deseo de un hijo  que tenía Gepetto, el carpintero que la talló. Pero no es la única historia en la que la fuerte creencia en algo, hace que ese algo se vuelva realidad. Según cuenta la mitología, Pigmalión buscaba a su mujer ideal. Ante sus dificultades para encontrarla, optó por esculpir a una mujer que reflejara todo cuanto él deseaba: belleza, nobleza, sensibilidad, ternura… cuando terminó, era tan perfecta que se enamoró perdidamente de ella. Viendo el profundo amor que Pigmalión sentía por aquella estatua, Afrodita, la diosa del Amor, dio vida a la escultura. Así nació Galatea.”

Y es justo esta última historia  la que inspiró el nombre del efecto Galatea y el efecto Pigmalión, (o de la profecía autocumplida). Dos conceptos popularizados a partir de los estudios del  el psicólogo americano  Robert Rosenthal realizados en 1968, en los que demostró el gran efecto e influencia que pueden tener las creencias para que sucedan las cosas.

El estudio de Rosenthal consistió en decirle  a los profesores de una escuela el nombre de unos alumnos que supuestamente tenían una capacidad superior al resto. La realidad era que esos nombres habían sido elegidos al azar. Sin embargo, al final el curso, los alumnos supuestamente más inteligentes, realmente habían avanzado más que el resto. La explicación fue sencilla: El profesorado esperaba mejores resultados  y por ello inconscientemente se volcaron más con ellos. La profecía se había cumplido.

El efecto Pigmalión o profecía autocumplida, implica tener una creencia sobre alguien y por el solo hecho de tener esa creencia, acaba sucediendo justamente eso que se cree.

No es cuestión de magia o milagro, más bien se debe al poder que tienen las expectativas respecto a los demás. Veámoslo con un ejemplo:
Si vamos a una entrevista de trabajo y alguien importante para nosotros nos dice previamente que no lo vamos a conseguir y que es muy difícil que nos contraten, es muy posible que inconscientemente nuestra conducta en la entrevista se modifique para que eso sea lo que termine pasando. Del mismo modo, si antes de la entrevista, esa misma persona nos anima y muestra confianza en nosotros, nuestra actitud proyectará más seguridad, lo que puede influir positivamente en la decisión del entrevistador. No es que suceda algo porque fulanito lo ha dicho, sino porque al nosotros creernos que eso va a pasar, nuestro comportamiento, inconscientemente, se dirige a que eso termine pasando.

Veamos otro ejemplo.  nuestro hijo está jugando con el patinete y vemos que se tira por una rampa a más velocidad de la que nos gustaría. Si a media rampa le gritamos “frena, frena, que te vas a caer”, lo más probable es que el niño empiece a sentirse inseguro y se acabe cayendo. De alguna manera, con nuestras palabras estamos contribuyendo a aumentar aun más las posibilidades de que se produzca una caída. Seguramente sería más efectivo no desviar su concentración en medio de la bajada y cuando acabase de bajar, entonces hablar con él y decirle lo que creamos conveniente.

El efecto Galatea tiene que ver con las convicciones que tenemos sobre nuestro propio éxito o fracaso. Cuanto más convencidos estamos de ser capaces de hacer algo, mayor es la probabilidad de lograrlo.

Si yo me siento insegura y vulnerable fácilmente será así como me vean los demás  porque esa será la imagen que proyectaré, aun no queriendo hacerlo. Por contra, si me siento segura y decidida, inconscientemente mi comportamiento y actitud será distinto, lo que hará a su vez que los demás también me vean de un modo diferente.

 

EL PESO DELEFECTO PIGMALIÓN Y EL EFECTO GALATEA EN LOS NIÑOS

En el caso de los niños, las creencias y expectativas de los padres, profesores  y mayores de su alrededor son determinantes para el desarrollo de su autoestima. En muchas ocasiones, la imagen que tiene el niño de sí mismo y su comportamiento están directamente ligados a  nuestras expectativas y creencias como padres.

Justo por ello, debemos ser muy cuidadosos con las palabras que utilizamos y con las proyecciones que hacemos en su persona, pues por todos es sabido que los niños absorben cuanto reciben, especialmente los mensajes que provienen del núcleo familiar.  Usar etiquetas con los más peques de la casa, ni que sea en sentido cariñoso, puede acabar condicionándoles el resto de su vida.

Como ya podrás imaginar, el efecto Pigmalión y el efecto Galatea nos pueden apoderar o nos pueden limitar, según sea la creencia en la que se basen. Así, estos efectos se consideran positivos cuando la creencia nos motiva y apodera para alcanzar nuestras metas . Estos mismos efectos se consideran negativos, cuando nos limitan y nos alejan de nuestros objetivos.

Aquí comparto algunas herramientas que te pueden ser útiles para desligarte de los aspectos negativos y beneficiarte de los positivos de estos dos efectos:

  • Toma conciencia de las palabras que usas: Muchas veces nos boicoteamos con mensajes negativos del tipo “no creo que lo consiga, es imposible para mi, no soy capaz”… Las palabras penetran en nuestra psique modificando la percepción que tenemos y, por lo tanto, la realidad en la que vivimos. Cuidar las palabras es clave para crear nuestra percepción de la realidad.
  • Analiza tus creencias limitantes. ¿Por qué crees que no puedes, que algo es imposible para ti o que no eres capaz?, ante tu respuesta vuélvete a preguntar el por qué de ella. Repite esta pregunta hasta que llegues a la raíz de tu creencia, normalmente esto sucede a la cuarta o quinta vez.
  • Visualiza aquello que deseas, no lo que no deseas. Es más fácil que acabes una carrera si te visualizas cruzando la meta que si continuamente estás pensando que no lo vas a a conseguir. Si te encuentras en situaciones cuyo final puedes predecir de manera negativa, intenta pensar que nada está determinado, que podría salir bien y que tienes el potencial para resolverlo.
  • Busca y atesora experiencias positivas que te ayuden a darte cuenta de todo tu potencial y de la capacidad que tienes para hacer las cosas que quieres.
  • Si tienes hijos evita proyectar tus expectativas sobre ellos y utiliza siempre mensajes positivos: No es lo mismo decir “como sigas sin estudiar vas a suspender” que decir “para aprobar el examen tienes que estudiar”.
  • Cuando alguien te lance un mensaje negativo,  neutralízalo pensando “esa es solo su opinión”. De esta manera evitarás que condicione tu comportamiento.

Recuerda la frase de Henry Ford:
«Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto»

Las ranitas en la nata

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Atravesando el ecuador del mes de agosto, somos muchas las personas que dedicamos estos días para disfrutar de vacaciones. Unos días en los que disponemos de más tiempo libre para hacer aquellas cosas que más nos gustan: viajar, ir a la playa, a la montaña o sencillamente descansar disfrutando de nuestro hogar. Sea cual sea la opción que tú eliges, seguro que también encuentras un momento para leer y para reflexionar sobre tus objetivos, sobre tus sueños, o sobre cualquier otro aspecto la vida en general.

Si es así, seguro que este post te va a gustar. En él recupero un cuento de Jorge Bucay que leí hace años. La historia es bien simple, pero seguro que te dará mucho que pensar, pues como se suele decir:  “ Los cuentos sirven para dormir a los niños y también para despertar a los adultos”.

Había una vez dos ranas que cayeron en  un recipiente de nata.
Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.

Una de ellas dijo en voz alta: – “No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”.

Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.

La otra rana, más persistente o quizás más tozuda se dijo: – “¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mí último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”.

Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas. Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla.

Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.

Las ranitas en la nata
en el libro, Déjame que te cuente, de Jorge Bucay

¿Quién no se ha sentido alguna vez abatido, vencido por las adversidades y sin fuerzas para continuar? Todos nosotros, en algún momento u otro de nuestra vida hemos sido ranas dentro de un recipiente de nata.

Tirar la toalla, sucumbir ante las circunstancias, es tanto como darse por vencido y hundirse. En ocasiones, esta actitud derrotista la asumimos incluso antes de intentarlo.  Es demasiado difícil, no lo voy a conseguir, no soy capaz, no puedo hacerlo....son sólo algunos ejemplos de las muchas excusas que utilizamos y que tienen un denominador común: el miedo.

Sentir miedo no es malo. Gracias al miedo evitamos correr peligros y nos protegemos de sufrir daños. Sin la emoción del miedo, seríamos temerarios, imprudentes y en más de una ocasión podríamos en peligro nuestra propia vida. Sin embargo, si ese mismo miedo es desproporcionado y nos paraliza o simplemente es infundado, más basado en el desconocimiento y la propia inseguridad que en hechos objetivos, entonces no sólo deja de ser útil, sino que además se vuelve dañino.

«No es malo tener miedo, lo malo es dejar que domine nuestra vida»

Experiencias negativas anteriores también pueden ser la causa de un comportamiento pasivo y poco motivado para superar la situación. “Ya lo intenté otras veces y no sirvió de nada”.
Esta actitud derrotista es lo que se denomina “indefensión aprendida”: como anteriormente nos ha ido mal y hemos sufrido el fracaso, nos defendemos del dolor, evitando un nuevo fracaso y por ello renunciamos a luchar, abandonándonos a la indefensión.

El problema de esta actitud es que nos arrastra a una apatía y una desilusión que, de perdurar en el tiempo, puede conducirnos a una insatisfacción vital, a la tristeza, incluso a una depresión.

Quizás sea cierto y aunque lo intentemos nuevamente no lo consigamos, pero si no lo intentamos nunca sabremos hasta dónde somos capaces de llegar, ¿no crees?.
La única certeza es que si dejamos de esforzarnos, de intentarlo, y , en definitiva, de chapotear como la ranita, es seguro que no conseguiremos salir victoriosos.

“El peor de los fracasos está en no haberlo intentado”

Herramientas para superar los miedos:

1.- Descríbelo: expresa en palabras lo que sientes e intenta concretar al máximo tu temor: miedo al ridículo, miedo al rechazo, desconfianza en las propias capacidades….

2.- Identifica su origen:  malas experiencias anteriores, algún comentario de alguien…

3.-Utiliza la razón: intenta rebatir todos tus miedos con argumentos objetivos y lógicos, una buena forma de hacerlo es respondiendo a la pregunta ¿qué es lo peor que me puede pasar si sale mal?, ¿qué es lo mejor que me puede pasar si me sale bien?

4.- Recurre a tus recuerdos: intenta recordar una ocasión de éxito en tu vida, una vez en la que intentaste algo y lo lograste (conseguir un trabajo, superar un examen, hacer una actividad física…) y recuerda la emoción de satisfacción que sentiste y el bienestar y la autoconfianza de ese momento por haber conseguido tu propósito. Recurre a ese recuerdo cada vez que te sientas vulnerable.

Así que en los momentos difíciles, en esos  en los que estés a punto de tirar la toalla, acuérdate de la historia de las ranitas y continua chapoteando con fuerza,quién sabe si en esta ocasión eres capaz de convertir la nata en mantequilla.

El poder de la gratitud

Se cuenta la historia de un campesino que cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, decidió pedirle el favor que le hiciera el aviso de venta. El poeta accedió gustosamente.

El cartel decía:
“Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto”.

El poeta tuvo que marcharse por un tiempo y a su regreso decidió  visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquel hombre de le había hecho el encargo ya se habría mudado. Su sorpresa fue mayor al ver al campesino trabajando las mismas tierras.

El poeta pregunto: – Amigo, ¿no se iba de la finca? –
El campesino respondió con una sonrisa: – No , mi querido vecino, después de leer el cartel que me hizo, comprendí que tenía el mejor lugar posible para vivir –

Tener sueños, ilusiones, objetivos y expectativas no sólo no es negativo sino que puede ser una fuente de motivación y coraje en nuestro día a día. El problema empieza a surgir cuando focalizamos completamente nuestra atención en eso que no tenemos y que deseamos alcanzar en el futuro y perdemos de vista todo cuanto ya tenemos en el presente.

Una de las primeras cosas que nos enseñan de pequeños es a dar las gracias y cuando somos padres, en más de una ocasión preguntamos a nuestros hijos ¿qué se dice?, cuando se les olvida agradecer al recibir algo. Sin embargo, el verdadero valor de la gratitud va mucho más allá de una mera cuestión de educación o formalismo social, pues está demostrado que sentir gratitud sincera es una fuente de bienestar tanto para quien la da, como para quien la recibe, de ahí la importancia de saber  sentirla, pero también de saber expresarla.

¿Qué es la gratitud?
La gratitud es una emoción, pero a diferencia de otras como el miedo, la alegría, la tristeza o la rabia,  no es una emoción básica, ni se produce de forma instintiva, sino que requiere de unos procesos más complejos de la mente, en los que intervienen el sentimiento de amor y unos valores personales que prioricen la cooperación a la competitividad y en los que se renuncie a una  visión egocéntrica de la vida.

¿En qué nos beneficia sentir gratitud?
Experimentar gratitud no sólo es beneficioso para mejorar nuestras relaciones personales, también tiene un efecto directo sobre nuestra salud.

Cuando estamos agradecidos, estamos más contentos, sonreímos más y, por lo general, somos más amables. Sin duda, todos ellos elementos que contribuyen a que los demás valoren mejor nuestra compañía.

Además,  cuando estamos agradecidos, tenemos mayor tendencia a hacer buenas acciones que, por simple que parezcan, pueden despertar el sentimiento de gratitud en otras personas, contribuyendo así a generar una espiral positiva de bienestar tanto en nosotros como en nuestro entorno . (¿conoces la película Cadena de Favores?” de algún modo se inspira en este concepto. Si aun no la has visto puedes ver el trailer apretando aquí.)

Así mismo, la gratitud, como el resto de emociones positivas, contribuye a reducir el estrés y  la ansiedad, dos elementos altamente dañinos para nuestro sistema cardiovascular.

También mejora nuestra concentración y nuestra efectividad, pues ser conscientes de las cosas buenas que nos ocurren  mejora nuestro estado de ánimo y todos sabemos que con un estado anímico positivo, estamos más abiertos y receptivos y, en consecuencia, optimizamos nuestra capacidad de aprender, de innovar y de tomar decisiones.

¿Cómo podemos cultivar nuestra gratitud?
Para desarrollar en nosotros el hábito de agradecer de forma sentida y sincera, lo primero a tener en cuenta es que  para sentirnos agradecidos no siempre tenemos que esperar que nos llegue algo de fuera. Al igual que le sucedió al campesino de la historia, darse cuenta de todo cuanto ya tenemos, es motivo suficiente para sentir gratitud.

Es justamente este segundo tipo de agradecimiento, el que nace de nosotros mismos al tomar conciencia de todo lo bueno que tenemos en la Vida, el que te propongo desarrollar.  Para ello comparto contigo algunas herramientas que te pueden ser de utilidad:

1.- Ve más despacio y toma conciencia de lo que te rodea. El ritmo frenético del día a día hace que en muchas ocasiones perdamos de vista  personas y cosas que ya están ahí. No esperes a perderlas para darte cuenta de lo importante que son para ti.

2.- Empieza por agradecerte a ti mismo. Si eres de los que en alguna ocasión te quejas por los quilos de más, de lo poco que te gusta tu nariz, tu boca o alguna otra parte de tu imagen, o de la poca destreza que tienes  para hacer algo concreto,  te invito a que desde este mismo instante dejes de hacerlo y empieces a agradecerte todo aquello que sí puedes hacer: caminar, peinarte, asearte, incluso leer este texto sin necesidad de que nadie lo haga por ti.

La gratitud está relacionada con el amor y difícilmente podrás dar amor a los demás si no eres capaz de dártelo a ti mismo.

3.- Da las gracias todos los días: Recién levantado o justo antes de irte a dormir son buenos momentos para hacer un repaso del día y dar las gracias por él. Seguro que encuentras al menos un motivo para agradecer. Si lo haces de forma sincera, notarás como en apenas unos minutos cambia radicalmente tu estado anímico.

4.- Los problemas también son oportunidades para agradecer. Gracias a las situaciones difíciles aprendemos de la experiencia, además son oportunidades para mejorar nuestras competencias y habilidades. Si piensas de esta manera el problema seguirá siento el mismo, pero tu actitud hacía él será distinta y eso te ayudará a superarlo más fácilmente.

5.- Pon a prueba tu barómetro de gratitud. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste agradecido de forma sincera y lo expresaste?. Si estar agradecido es muy positivo, aun es mucho mejor compartirlo con esa persona que ha contribuido a que te sientas así de bien.
De la misma manera que no nos cuesta decir aquello que nos disgusta o nos molesta, también debemos encontrar la manera de decirle a alguien lo mucho que nos gusta una determinada cosa.

No basta con querer a alguien, también hay que demostrarlo y
dar las gracias es una buena manera de hacerlo.

 6.- Tú eres un espejo. Tus acciones dicen más de ti que mil palabras y esto es aun más evidente en el caso de tener niños cerca. Si quieres que tus hijos sepan valorar todas las oportunidades que tienen y las cosas buenas que la vida les ofrece, el mejor modo de enseñarles es con el propio ejemplo.

Ten presente que tener una vida feliz no significa tener una vida perfecta, sino disfrutar al máximo de ella, con todas sus imperfecciones.

El «Síndrome de la rana hervida»: ¿eres de los que saltan o de los que se cuecen?

rana hervida

Imagina por un instante una olla con agua hirviendo, ¿qué crees que sucedería si echases una rana en su interior? . Al primer contacto de su piel con el agua caliente, la rana percibe el peligro e instintivamente salta al exterior. Por el contrario, si el agua está templada y le aumentas la temperatura de forma gradual,  la rana puede llegar a cocerse y morir sin apenas ser consciente de ello, pues para cuando la situación le resulte insoportable, ya estará demasiado aturdida y debilitada para escapar.

Esta metáfora se basa en la historia escrita por Olivier Clerc  y ha servido de ejemplo e inspiración para otros muchos autores para explicar de una forma muy sencilla y amena, el impacto que la falta de visión y de conciencia puede llegar a tener en nuestra vida.

Las personas solemos actuar de forma parecida a la rana de la metáfora. Nos resulta fácil identificar y rechazar una cosa que irrumpe en nuestra vida haciendonos daño, de la misma manera que la rana sabe saltar cuando  toca el agua por primera vez y le quema.

Sin embargo, al igual que ella, somos capaces de aguantar situaciones hasta límites que ni imaginábamos y nos amparamos en múltiples excusas para prolongar situaciones que nos están produciendo un verdadero malestar profundo. En otras palabras, nos acomodamos a determinadas situaciones autoengañándonos y evitando afrontar con determinación y valentía eso que nos daña.

Cuando aguantamos un trabajo mal pagado que no nos motiva y nos estresa, cuando mantenemos una relación sentimental porque simplemente nos hemos acostumbrado a la otra persona, cuando miramos impasibles noticias que, por enésima vez, nos muestran los horrores de las guerras…estamos sufriendo el «Síndrome de la rana cocida» : estamos adquiriendo comportamientos, actitudes y hábitos que nos alejan de nuestros objetivos, nos provocan apatía e insatisfacción, incluso pueden llegar a afectar nuestra salud (dolores de cabeza, contracturas musculares, estrés, depresión, ansiedad…)

¿Por qué no reaccionamos?

El miedo y/o  la comodidad suelen ser los principales motivos. Salir de nuestra zona de confort nos resulta difícil y aunque sepamos que el cambio puede sernos muy beneficioso, la realidad es que en muchas ocasiones nos produce pereza.

(Si quieres saber más sobre cómo salir de la zona de confort y aun no has visto el post anterior “¿Te atreves a sonar?”, este puede ser un buen momento para hacerlo,  apretando aquí).

¿Cómo podemos evitar cocernos en una olla con agua hirviendo?

Ya sabemos que las fórmulas mágicas y las recetas maravillosas no existen. La mejora personal  va acompañada sí o sí de implicación, compromiso y responsabilidad. La mejor manera para evitar cocernos, sin duda es no quererlo, y ser coherente con ello.

Aquí te apunto 4 herramientas que pueden ayudarte a ello:

1.- Trabaja tu autoconciencia:
Conoce tu “yo real”, no aquello que deseas ser sino quien eres en realidad. Repasa tus rutinas, tus hábitos, tus costumbres arraigadas con atención y distingue aquello que haces porque te aporta valor, de aquello que acabas haciendo  por pura inercia.

2.-Pon límites:
Identifica claramente cuales son tus líneas rojas. Aquello que no estás dispuesto a tolerar pase lo que pase. Alinea esos límites a tus valores y una vez los tengas bien definidos, debes mantenerlos sin excusas.

3.- Planifica:
Visualiza qué vida deseas, márcate unos objetivos asumibles a alcanzar y valora si lo que haces te acerca o te aleja de ellos.

4.-Actitud positiva:
Una misma realidad puede verse desde muchas ópticas distintas. En ocasiones nuestro único margen de maniobra es cambiar nuestra actitud y nuestra forma de ver una  situación y sucede que cuando nos tomamos las cosas de otro modo, aun siendo las mismas, el efecto que produce en nosotros es totalmente diferente.

¿Ya sabes de qué olla estás dispuesto a saltar?

 

¿Te atreves a soñar?: Sal de tu zona de confort

pedir deseo

«Solo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar»
(Paulo Coelho)

Muchas veces esperamos que nos pase algo que nos cambie la vida para poder hacer aquello que en realidad deseamos hacer, pero la mayoría de los casos, los días, los meses, los años van pasando,…y esa supuesta cosa nunca llega a suceder.

Lo peor de todo no es que no suceda nada, lo verdaderamente grave es que si lo hubiéramos intentado, si hubiéramos tomado alguna iniciativa más allá de permanecer en la eterna espera, seguro que las cosas serían diferentes.

Nuestros miedos, nuestras dudas, las creencias limitadoras que nos hemos ido construyendo a lo largo de la vida y la falta de apoyo del entorno, son solo algunos ejemplos de los muchos factores que nos frenan y nos hacen permanecer en una zona de confort, entendiendo por ésta no la zona de comodidad y bienestar en la que desearíamos estar, sino la zona que nos resulta cómoda por el mero hecho que es la zona que conocemos (hábitos, rutinas, costumbres) y que hace que vivamos la vida “por inercia”.

El post de esta quincena lo dedico a compartir con vosotros un vídeo que ya hace tiempo que corre por la red, pero que vale la pena visualizarlo de vez en cuando para tener siempre presente que somos más LIBRES de lo que pensamos y aunque sean muchos los condicionantes que influyan en nuestra vida, al final la decisión última de cómo estos nos afecten depende de NOSOTROS. Así pues……. ¿te atreves a soñar?

Para ver el vídeo clica aquí

 

El dilema de Wendy: la otra cara de la moneda

dilema de wendy

En el post anterior hablé del Síndrome de Peter Pan, en alusión al trastorno descrito por el psicólogo norteamericano Dan Keley para referirse a las personas que  han quedado ancladas en su infancia y que evitan  cualquier tipo de rol adulto. Algo que, sin duda alguna, acaba afectando tanto al propio desarrollo personal como  a las posibles  relaciones con otras personas.

Pero ese no es el único trastorno que alude a personajes del cuento. El mismo Dan Keley, se inspiró en el personaje de Wendy para describir otro tipo de desorden: el síndrome de Wendy (o el dilema de Wendy, aludiendo al título del libro que él mismo escribió para explicarlo).

CARACTERÍSTICAS

Al igual que la Wendy del cuento, las personas que sufren este trastorno suelen ejercer un papel de cuidadoras de  las personas de su entorno, hasta el punto de acabar asumiendo en muchas ocasiones, la responsabilidad de todo, incluso de aquello que no es de su responsabilidad.

Aunque el Síndrome de Wendy también puede darse en hombres, mayormente lo sufren las mujeres y se caracteriza por una necesidad absoluta de satisfacer a los otros, de sentirse imprescindible y de proteger y cuidar a los demás.

Pero lo que a priori puede parecer una demostración de afecto y cariño, en realidad se trata de amor mal entendido, consecuencia de la propia inseguridad provocada por una baja autoestima.

El temor, a menudo inconsciente, al rechazo, a la soledad o al abandono, deriva en evitar el conflicto, en una sobreprotección de los demás y en acabar ejerciendo de madre/padre en todas las relaciones. La insatisfacción derivada de no tener metas y objetivos propios lleva, además, a intentar suplir ese vacío volcándose en atender y cuidar a los demás para sentirse útiles.

Pero a diferencia de lo que pasa con el Síndrome de Peter Pan, el Síndrome de Wendy  resulta más complejo de detectar porque socialmente durante muchas generaciones se ha reforzado ese  tipo de comportamiento en las mujeres. Aunque cada vez menos, aun hoy en día nuestra sociedad sigue atribuyendo a las mujeres el  rol de madre cuidadora y protectora que por amor se entrega con resignación y sacrificio a los demás.

CAUSAS

Una vez más la infancia juega un papel fundamental en la salud emocional de las personas. Aunque no es ni mucho menos la causa única que determina nuestro nivel de autoestima,  lo cierto es que lo que vivimos durante los primeros años de vida  establece los cimientos sobre los cuales vamos construyendo nuestra personalidad.

La personas con el síndrome de Wendy pueden haberse visto obligadas a madurar antes de tiempo y a asumir responsabilidades desde temprana edad. También se ha dado el caso de personas que siendo niños se sintieron desprotegidos y para compensar esas necesidades, de adultos intentan evitar a los demás sus propias carencias internas.

CONSECUENCIAS

Al igual que sucede en el cuento entre Peter Pan y Wendy,  en muchas ocasiones, en la vida real ambos síndromes se retroalimentan, tanto en las relaciones de pareja como en las filiales: normalmente detrás de un hijo “Peter Pan” hay unos padres “Wendy”.

ATENCIÓN

Darse cuenta que  hay un problema ya nos acerca a la solución. Pero tomar conciencia, aunque es imprescindible, por si solo no es suficiente. Cualquier cambio requiere acción y esa acción no puede ser puntual o esporádica sino que debe integrarse en el día a día, como una rutina o un hábito. Por ello, lo ideal siempre es empezar por pequeñas cosas, a poder ser concretas, tangibles, precisas.

En el caso de las personas sobreprotectoras, lo que resulta muy útil es darse cuenta que querer a alguien implica confianza en la otra persona y en sus capacidades, por ello aprender a delegar es una muestra de confianza, respeto y amor.

También puede resultar muy útil practicar el decir “no” cuando se quiere decir “no” y decir “sí” cuando se quiere decir “sí”, hasta llegar al punto de poder hacerlo sin sentimientos de culpa ni remordimientos.

El desarrollo de las habilidades para saber gestionar los conflictos en vez de evitarlos o negarlos también puede ser de gran utilidad. Y, por supuesto, el acompañamiento  de un buen profesional siempre puede facilitarnos nuestro camino de crecimiento personal y mejora continua.

Síndrome de Peter Pan: atrapados en la infancia

imagen sindrome peter pan

¿Recuerdas el cuento de Peter Pan y el Capitán Garfio?, en realidad la historia de Peter Pan nació como una obra de teatro escrita del puño del escritor escocés James Mattew Barrie y que se  estrenó en Londres a principios del siglo XX .

La historia, muy resumida, cuenta las aventuras de Peter Pan, un niño que nunca crece y que odia el mundo de los adultos. Siempre va acompañado de su hada (Campanilla), y el polvo de hada que ésta desprende hace que Peter Pan tenga la capacidad de volar libremente . A lo largo de la historia se cuentan  infinidad de aventuras que suceden en el País de Nunca Jamás,  una isla poblada por piratas, indios, hadas y sirenas, en la que Peter Pan vive junto a sus amigos, los Niños Perdidos.

Pero el nombre de Peter Pan va mucho más allá de ser un mero personaje literario. Al psicólogo norteamericano Dan Keley le sirvió de inspiración en los años 80 para dar nombre a un trastorno psicológico: Síndrome de Peter Pan.

Desde entonces  se utiliza este nombre para hacer referencia a esas personas que no saben o no quieren aceptar las responsabilidades asociadas a la edad adulta. Personas que han quedado ancladas en su infancia evitando cualquier tipo de rol adulto, lo que sin duda acaba afectando tanto al propio desarrollo personal, como  a las posibles  relaciones con otras personas.

El síndrome de Peter Pan es más frecuente en hombres que en mujeres, aun así no puede afirmarse que se trate de un síndrome exclusivamente masculino.

CARACTERÍSTICAS

Bajo una apariencia jovial, divertida, seductora e independiente, se oculta una fuerte necesidad de  atención  de otras personas a las que se consideran “más fuertes” y de las que se acaba generando una fuerte dependencia. Paradójicamente, también se produce la incapacidad de comprometerse, de generar estabilidad y confianza.

Las personas que padecen este síndrome se caracterizan, además, por tener una baja autoestima, lo que produce una gran dificultad para encajar las frustraciones y una sensación de insatisfacción vital, pese a los muchos logros que puedan conseguir.

La idealización de la juventud les lleva a no aceptar el paso del tiempo y el envejecimiento propio de la edad, por lo que el culto al cuerpo y a la imagen externa se convierte en una prioridad.

CAUSAS

Aunque no existe un único factor que explique la aparición del Síndrome de Peter Pan, lo cierto es que las vivencias de la infancia juegan un papel importante. La falta de límites, un exceso de permisividad y una fuerte sobreprotección, pueden contribuir a esa idealización de la infancia.

En el otro extremo, infancias muy duras con evidentes faltas de atención y cariño, también pueden provocar un deseo de recuperar en la edad adulta el tiempo perdido durante los primeros años de vida.

Pero las causas no siempre se encuentran en el exterior. Existen determinados rasgos de personalidad, como la tendencia a la evitación o la dependencia emocional, que también favorecen a la aparición de este síndrome.

CONSECUENCIAS

Aunque Peter Pan pudiera vivir en un mundo de fantasía, las personas vivimos en un mundo real. Por ello, quienes padecen el síndrome de Peter Pan experimentan importantes alteraciones emocionales y de conducta: ansiedad, angustia, tristeza e  insatisfacción son sólo algunas de las emociones más frecuentes en estas personas.

En cuanto a sus relaciones, aunque puedan ser muy numerosas, éstas son superficiales e inestables, especialmente con las parejas, con quienes les cuesta crear vínculos de compromiso.

PREVENCIÓN

Todos los padres y madres deseamos lo mejor para nuestros hijos, no obstante ello que quiere decir que evitar las responsabilidades propias de cada edad sea positivo para ellos. Justo al contrario, ayudándolos a afrontar retos asumibles y acompañándolos en la aceptación de las responsabilidades propias de cada edad, se refuerza la autoestima y la autonomía.

Parece pues, que la prevención más efectiva es aquella que basa la educación de los más pequeños de la casa en el amor y el afecto con unas pautas de conducta y valores claros y definidos.

ATENCIÓN

Asumir que se tiene un problema es, sin duda, el primer paso para empezar a solucionarlo. La terapia con un buen profesional puede facilitar el proceso de asumir responsabilidades cotidianas, la toma de decisiones y la resolución de problemas.

Cambiar la forma de interpretar la realidad,  substituyendo poco a poco el victimismo y la queja constante por la propuesta activa de soluciones y alternativas, requiere todo un proceso de entrenamiento y constancia, pero que poco a poco ayuda a aumentar la autoestima, la aceptación y la tolerancia a la frustración.

El elefante encadenado

«Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a alguna tía por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. — Hice entonces la pregunta obvia: — Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre— que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…»

El Elefante encadenado
En el libro Déjame que te cuente, de Jorge Bucay

Todos y cada uno de nosotros tenemos algo de ese elefante y continuamos atados a estacas imaginarias que sabemos que nos limitan, nos incomodan, nos condicionan y aun así no hacemos nada por liberarnos, pues la creencia del “no puedo, no soy capaz” es más fuerte y nos cohíbe e inhibe de cualquier intento.

Las creencias tienen una importante función en nuestro día a día. Nuestro cerebro funciona en base a estas ideas que vamos interiorizando y que , en definitiva, acaban configurando el mapa que utilizamos para entender e interpretar la realidad y movernos por la vida, de ahí que cada persona vea una misma realidad de modo distinto.

El problema no es pues, tener creencias, sino la naturaleza de ellas, esto es: si estas creencias nos ayudan a vivir mejor y nos aportan bienestar o, por el contrario, nos limitan y nos producen malestar.

Lo interesante de todo esto es que si sabemos que nuestras creencias condicionan nuestros pensamientos y nuestro comportamiento en la vida, podemos afirmar que para cambiar un pensamiento o un comportamiento, tenemos que empezar por modificar la creencia que los motiva. En este punto es donde surge la pregunta del millón: ¿cómo?.

La PNL (Programación Neurolingüística) es una de las herramientas fundamentales que utiliza coaching. La PNL hace posible una metodología de aprendizaje basada en la comunicación, que facilita los cambios y la eliminación de barreras limitadoras, desarrollando nuevos recursos para que las personas lleguen a alcanzar los objetivos que se propongan.

Algunas de las herramientas que utiliza la PNL para trabajar valores, creencias y motivación, son los ejercicios de visualización, los anclajes, las afirmaciones positivas y las palabras clave. En este post y basándome en la PNL, te ofezco algunas herramientas para cambiar tus creencias limitadoras.

¿CÓMO MODIFICAR CREENCIAS LIMITADORAS?

PASO 1: DATE CUENTA
Se trata de eso, de pillar infraganti a tu cerebro para detectar qué creencias tienes. ¿Eres de los que te expresas utilizando palabras como: creo que….confío en que… nada me sale bien…, todo me pasa a mi…me gustaría pero no puedo… yo soy así y no puedo cambiar…Tu forma de expresarte puede ponerte en la pista. Entonces hazte las preguntas: ¿realmente TODO, sin excepción, es como dices?, ¿realmente NADA puede ser diferente?.

PASO 2: BUSCA
Consiste en recordar cómo ese pensamiento ha llegado hasta ahí. Es decir ¿por qué crees eso?, ¿qué te hace pensar que todo te pasa a ti, que nada te sale bien, que no puedes aunque quisieras?, las respuestas pueden venirte de diferentes fuentes: porque te ha pasado otras veces, porque alguien importante para ti te lo ha dicho, porque tus valores así te lo indican…es interesante cuestionarse la fuente: ¿sólo porque lo diga esa persona es cierto? ¿que te haya salido mal algunas veces quiere decir que estadísticamente el 100% de los casos te va a salir mal?

PASO 3: CAMBIA LA CREENCIA
Para cambiar una creencia limitante por una creencia potenciadora tienes que escoger claramente que creencia negativa quieres cambiar. Una vez la tengas clara, piensa qué creencia positiva quieres poner en su lugar. En este punto responde a estas preguntas:

¿Cómo puede mejorar mi vida aplicando la creencia positiva?
¿Cómo podría empeorar mi vida por esa nueva creencia?
¿Qué es lo mejor que te puede pasar si continúas con la vieja creencia?
¿Qué es lo mejor que te puede pasar con la creencia positiva?

PASO 4: CONSOLIDA LA CREENCIA.
Consolidar la creencia es, un poco, como entrenar en el gimnasio, requiere repetición y constancia. Repetirte en voz alta la nueva creencia cada día o escribirla en un papel y tenerlo visible es una buena fórmula de reprogramar el cerebro.

Y ahora que ya has leído este post, ¿ya sabes de que estaca vas a liberarte? 😉

El Jardín del Cambio

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“Cuando un cultivador planta una semilla de bambú, por más que la riegue, no brotará hacia el exterior hasta pasados 7 años. A partir de ese momento su crecimiento es asombroso, pues en tan solo seis semanas es capaz de alcanzar hasta 30 metros de altura.

¿Qué ha ocurrido durante todo ese tiempo? Sencillamente la planta de bambú ha desarrollado profundas raíces que le han permitido crecer tan alto. En su proceso de maduración, cada uno de nosotros tenemos un crecimiento único. Al igual que sucede en la naturaleza, los ritmos de crecimiento no son los mismos para todos, por ello no debemos preocuparnos especialmente por llegar a la meta, lo importante e imprescindible es vivir el camino en el crecimiento personal y defirenciador de cada uno”.

Este es solo uno de los muchos fragmentos deliciosos que he leído en el libro El Jardín del Cambio. Un libro de sencillas palabras pero de profundo contenido, a través de las que su autora, Cristina García, nos invita a conectar con nuestro interior y nos ayuda a reflexionar y generar nuestro propio cambio.

El método KAI KAh (gestión del cambio a través de preguntas) ofrece una sencilla pero efectiva guía para alcanzar un mayor conocimiento de uno mismo de una manera dinámica y alentadora,  inspirándose en los valores y la cultura japonesa.

A través de un matafórico paseo por un jardín japonés, a medida que avanzas en la lectura vas aprendiendo múltiples curiosidades de la cultura nipona y lo que es más importante, vas adquiriendo múltiples herramientas para vivir conscientemente, con autoestima, seguridad, con sueños de futuro, siendo la mejor versión de uno mismo.

¿Quieres saber más sobre este libro o sobre su autora? Accede a más información en este enlace.

http://www.amazon.es/El-jardin-del-cambio-Genera/dp/8460840344/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1451905010&sr=8-1&keywords=el+jardin+del+cambio

Portada El Jardín del Cambio

¿Y tú de qué te quejas?

Dr.Wayne Dyer
Dr.Wayne Dyer

“Hay millones de motivos para quejarse y millones de motivos para no hacerlo. Optar por una opción o por otra depende de ti”.
                                                                                                                  (Wayne Dyer)

Si has leído el libro de Wayne Dyer Tus zonas erróneas, esta frase no será nueva para ti. Sea cual sea el caso, es una frase sobre la que vale la pena detenerse a reflexionar aunque ya lo hayas hecho antes:

-¿quién no se ha quejado alguna vez cuando suena el despertador y desea seguir durmiendo un ratito más? ¿quién no se ha quejado porque el agua de la ducha tarda más de la cuenta en salir caliente, porque nos sirven un café que está demasiado frío o demasiado caliente? ¿quién no protesta cuando conduce tras otro coche que circula muy despacio o porque los semáforos se ponen en rojo cuando más prisa tenemos?, ¿y que me dices de la temperatura, alguien sabe cual es la temperatura ideal de una sala?, sea cual sea, siempre habrá alguien a quien no le parecerá bien.

Como dice dice Wayne Dyer, ciertamente, si queremos, tenemos millones de motivos para quejarnos, y si nosotros no lo hacemos seguro que conocemos personas de nuestro entorno que viven situados en la queja constante.

La pregunta es ¿son o somos más felices cuando nos quejamos?, ¿contribuye ello a cambiar la situación que genera la queja?, en ambos casos la respuesta es un rotundo NO.

La pregunta inmediata que se plantea es ¿entonces por qué nos quejamos?, básicamente por dos motivos:

El primero es porque con la queja desviamos nuestra atención sobre lo que sucede y eludimos pensar en nuestra responsabilidad y en lo que podemos hacer nosotros para que ello cambie.

La segunda razón es porque, inconscientemente, la persona que vive en la queja desea obtener la atención de los demás, ni que sea desde la compasión o la lástima.

El precio a pagar por quejarse es que nos incapacita para hacernos cargo de nuestra propia vida y nos genera dependencia de los demás, sin entrar ya en lo desagradable que resulta para los otros la compañía de una persona que vive en la queja constante.

Un ejercicio muy útil para cambiar todo ello, es fijarse cuántas veces al día nos quejamos, sobre qué o quién lo hacemos y cuántas de esas quejas son gratuitas y nos las podríamos haber ahorrado. Un siguiente paso del ejercicio consiste en comprometernos con nosotros mismos a no quejarnos y retarnos a estar 21 días seguidos sin queja.

Cuando son las personas de nuestro  entorno las que se quejan de forma constante, ciertamente nosotros no podemos actuar por ellos, pero sí podemos decidir cómo nos afectan sus quejas y cómo actuamos ante ellas. En vez de hacernos cómplices compadeciéndonos y reforzando su papel de víctima podemos optar por hacer la “técnica del espejo” y mediante sencillas preguntas del tipo «¿qué se te ocurre para cambiar eso?» desviar su atención hacia su propia responsabilidad o, como mínimo, evitar que se queje ante nosotros.

Ante la posibilidad de quejarse o no hacerlo, a partir de ahora ¿con qué opción te quedas tú?