Todos, el alguna ocasión, hemos lavado una sartén. Si la empezamos a lavar justo después de usarla, lo más probable es que aun esté caliente y nos quememos. Por el contrario, si decidimos esperar a que esté fría para hacerlo, corremos el riego a que la suciedad se endurezca demasiado y nos cueste más limpiarla. Partiendo de esto, podríamos decir que el mejor momento para lavar una sartén es cuando está lo suficientemente fría para no quemarnos pero no lo bastante para que los restos de comida se peguen, fácil ¿verdad?.
Pues bien, este sencillo consejo para lavar sartenes es igual de útil y efectivo para nuestras conversaciones , especialmente para aquellas que se producen en un entorno de conflicto.
No basta con decir una cosa correcta en el lugar correcto, es mejor todavía no decir algo incorrecto en un momento tentador. (Benjamin Franklin)
¿Cuántas veces en el fragor de una discusión hemos dicho algo de lo que después nos hemos arrepentido? intentar hablar con alguien cuando nuestras emociones están en un punto de alta intensidad es como intentar lavar la sartén justo después de usarla. Por el contrario, callarnos y no expresar aquello que nos disgusta, retener internamente lo que nos molesta y no expresar lo que nos enfada, quizás evite el enfrentamiento, pero a la larga nos acaba distanciando de la otra persona, hasta el punto de enquistar el conflicto de tal manera que luego cueste mucho que desaparezca, al igual que nos pasa con los restos de comida cuando la sartén está demasiado seca.
Se dice que una persona se comunica de manera asertiva cuando es capaz de expresar su punto de vista de un modo claro y de forma respetuosa hacia la otra persona.
Así pues, la técnica de limpiar la sartén, es decir, elegir el momento adecuado para hablar con alguien, es un tip que nos puede ser útil para comunicarnos de manera asertiva. Otros 4 tips que también nos pueden ayudar son:
- Dejar de oír y empezar a escuchar. Aunque puedan parecer lo mismo, escuchar es mucho más profundo porque implica aceptar que la otra persona tiene algo que contarnos. Cuando escuchamos atentamente damos la confianza al otro para que se exprese y de esta manera nuestras respuestas también estarán más alineadas a la conversación.
Hablar sin escuchar puede llevarnos a una conversación de besugos, en la que las personas más que dialogar, hacen monólogos.
- Nuestro cuerpo habla. Si las palabras comunican, los gestos aun lo hacen más. Las expresiones de la cara, la gesticulación, las posturas corporales…dicen mucho de nosotros, por ello es importante mirar a los ojos, evitar posturas corporales desafiantes, chulescas o intimidatorias y no negar con la cabeza cuando la otra persona nos hable.
- Hablar desde el «yo» y sin juzgar. Cuando acusamos a la otra persona es fácil que ésta se ponga a la defensiva, sin embargo si somos capaces de expresar lo que queramos desde como nos sentimos, será mucho más fácil que la otra persona nos entienda. No es lo mismo decir » yo me he sentido despreciada» que decir «tú me has despreciado». Estamos hablando de lo mismo, pero al poner la atención en nuestra emoción, en decir como nos sentimos, es más fácil generar empatía.
- De lo general a lo concreto. Las generalizaciones no suelen ser buenas compañeras y menos en una discusión, por ello es recomendable evitar el uso de expresiones del tipo «es que nunca…», «es que siempre…», «todo el mundo…», «nadie….» y centrar nuestra energía en el hecho en concreto. » no estoy de acuerdo con esta situación…», «en este momento yo me siento…»
Antes de iniciar una conversación importante conviene recordar que…
El carácter de una persona puede conocerse por los adjetivos que usa habitualmente en sus conversaciones.(Mark Twain)
Muchas gracias, muy acertado, como siempre.
Sigue así.
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