¿Has pensado alguna vez que serías más feliz si tuvieras algo que ahora no tienes: un coche más nuevo, una casa más grande, un trabajo mejor, un salario más alto?, ¿que las cosas te irían mejor si otra persona actuara diferente: una pareja más cariñosa, unos hijos más obedientes, unos padres más comprensivos, unos compañeros de trabajo más colaboradores, un jefe menos exigente…?
Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia lista de preocupaciones: la familia, la salud, los hijos, el trabajo, nuestra relación con una determinada persona, las fluctuaciones de la bolsa y los mercados financieros….y todos estos temas que ocupan nuestra mente y nuestra atención, en conjunto, forman lo que Stephen R. Covey ha llamado nuestro “Círculo de Preocupación”.
Pero si analizamos más detalladamente cada una de estas preocupaciones que tenemos, rápidamente nos damos cuenta que hay cosas sobre las que no tenemos ningún tipo de control y otras sobre las que sí tenemos capacidad de incidencia. A este segundo grupo Covey le llama nuestro “Círculo de Influencia”.
Cuando centramos toda nuestra atención, toda nuestra energía, todos nuestros esfuerzos en la zona de preocupación, en aquello que no podemos controlar, estamos actuando de una forma REACTIVA. Es decir, esperamos que algo suceda “fuera de nosotros” para estar mejor “nosotros mismos”.
Por el contrario, cuando nos focalizamos en aquellas cosas que sí están dentro de nuestro círculo de influencia, sobre las que sí podemos incidir, actuamos de forma PROACTIVA. Es decir, nos hacemos responsables de nuestra propia vida, de nuestro bienestar y actuamos en consecuencia.
Es cierto que es mucho más fácil actuar reactivamente y culpar de nuestros males a otros, al entorno, a las circunstancias,… pero tenemos que tener clara una cosa: actuar proactivamente nos hace más libres y nos da control sobre nuestro bienestar y sobre nuestra vida.
¿CÓMO PODEMOS LLEGAR A SER PERSONAS MÁS PROACTIVAS?
Hay varios ejercicios que te pueden ayudar. Éste que te propongo es uno de ellos:
Escoge una, máximo dos, de tus preocupaciones e intenta identificar su naturaleza:
– Si la solución depende totalmente de ti.
– Si no depende totalmente de ti pero puedes influir de alguna manera en ella
– Si la solución está totalmente fuera de tu alcance.
Seguidamente detente a pensar qué puedes hacer tú para cambiar esa situación. Si la solución depende totalmente de ti, seguramente tendrás que modificar alguno de tus hábitos. Por ejemplo, perder peso implicará cambiar tus hábitos de alimentación, hacer más ejercicio...
Si la solución no depende de ti pero puedes influir en ella tendrás que pensar de qué modo puedes hacerlo. Por ejemplo, de qué otra manera puedes actuar ante esa persona con la que no te acabas de entender bien.
Si la solución no está a tu alcance, entonces tendrás que trabajar tu aceptación para incorporarlo a tu vida de la mejor manera posible. Por ejemplo, no puedes evitar que llueva, pero sí puedes evitar que eso afecte a tu estado de ánimo.
Una vez tengas clara la solución y qué harás para alcanzarla, mantente constante en tu decisión durante 21 días y toma consciencia de todos los cambios que se van produciendo.
“ Lo que más nos daña no es lo que los otros nos dicen o hacen sino la respuesta que nosotros damos a todo ello”.
Stephen R. Covey